Amberes: capital oriental de Flandes

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Comprobamos antes de iniciar el viaje a Bélgica que era un país bastante húmedo, es decir que la lluvia está a la orden del día y que el sol brilla por su ausencia. Sin embargo, éste era el segundo día en Bélgica (el primero entero lo pasamos en la capital, Bruselas) y la temperatura no bajaba de 12 grados por la noche y sólo alguna nube se divisaba en el cielo. Este segundo día en concreto era un día radiante, con unos 20 grados de temperatura y un azul en el cielo como el que vemos en nuestro propio país. El día fue levemente ensombrecido por la inolvidable visita que hicimos al Campo de Concentración de Breendonk por la mañana, y tras el cual a pesar de quedar encantado de visitar, me marcó de tal manera que costó un poquito volver a meterse en el papel de turista que traíamos de España.

A todo esto, tras la visita del fuerte y después de llegar a la estación de Willebroek, a unos 20 minutos caminando del fuerte (un buen paseíto) compramos en la taquilla los billetes dirección Amberes (Antwerpen). Es importante mencionar que debimos hacer trasbordo en Mechelen, la estación siguiente a Willebroek para coger allí otro tren que nos llevase a la ciudad medieval de Amberes. Tras hacerlo comprobamos que la gente con la que empezábamos a tratar era completamente distinta a la que había en Bruselas. En Bruselas había mucha más mezcla tanto racial como cultural. Sin embargo al llegar a Amberes (ciudad que tocaba visitar esa tarde), en la zona noreste de la región de Flandes y con salida al mar por un gran canal que se adentra hasta prácticamente el centro histórico de la ciudad, comprobamos que realmente estábamos en un lugar totalmente distinto a lo que hasta aquel momento conocíamos. La variedad de gentes de Bruselas (con sus respectivos orígenes tanto sudamericanos como mediterráneos, marroquíes, tunecinos, egipcios, argelinos, de razas morenas en general) se tornaron en rubios y rubias de ojos claros y de altura importante con apariencia más bien nórdica que mediterránea. Tras bajar del tren en la bonita estación de Amberes tuvimos la sensación de cambiar radicalmente de lugar.

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Encontramos en la imponente estación una oficina de turismo donde nos recomendaron ir hasta el centro a pie en vez de en tranvía o en autobús. Nos dijeron que el paseo hasta allí era agradable, y realmente lo era, sobre todo en un día como el que hacía.

Caminamos por una calle comercial (Meirbrug) con tiendas en su mayoría textiles a ambos lados. Era una calle amplia, la arteria principal de la ciudad de Amberes. Dejábamos a la espalda la imponente estación de ferrocarril de la localidad que cuanto más lejos quedaba más bonita parecía. Hasta entonces poco más, simplemente apreciábamos que estábamos en una ciudad con habitantes de alto poder adquisitivo (se veía en las ropas y en automóviles que rodaban por la ciudad) pero lo que realmente nos llamó la atención fue la dificultad que encontrábamos para pasear por la calle sin recibir el atropello de alguna de las miles de bicicletas que parecían invadirnos. Las teníamos por todos lados, iban familias con padres e hijos en bicicleta, grupos de amigas o amigos, incluso viejecitos entrañables en sus monísimas bicicletas. Era una auténtica plaga de bicicletas rodando tanto por la calzada como por la acera. Lo más curioso fue ver cómo en los semáforos se formaban pelotones de bicicletas a un lado y a otro de la calzada listas para avanzar en tromba unas contra las otras contigo inmerso en el pelotón intentando evitar golpes, codazos y posiblemente algún atropello. Además eran bicis de paseo de toda la vida con su cestita y muy personalizadas, eso sí. Algunas con corazoncitos, otras con lunares, otras más serias negras enteras, otras rojas, todas a medida de su dueño.

ambereaAvanzando por la gran arteria principal de la ciudad fuimos a parar a una gran plaza (Groenplaats) en la que se levantaba una increíble catedral de enormes dimensiones y con multitud de restaurantes, cafeterías, heladerías y demás a sus pies repletos de gente. ¡Y es que allí parece que no trabajan! No es broma, a cualquier hora había gente por todas partes y los bares y terrazas estaban hasta arriba de gente. Nos dispusimos a comer en uno de los locales que mejor imagen nos ofreció y la verdad es que comimos muy bien, pero a un precio bastante alto. En realidad pagamos por la situación en la que estábamos más de un 30 % del importe total de la comida, seguro. Os recuerdo que estábamos a los pies de la catedral de la ciudad de Amberes, que en la edad media llegó a ser el puerto más importante de Europa.

ambereaTras la catedral y una vez bien alimentados, porque la comida, reitero, aunque cara, fue muy buena, encontramos la “Grote Markt” o Grand Place. La Plaza principal, vamos. Aquí no utilizan el francés, utilizan éste complicado idioma llamado neerlandés que nos daba la sensación de ser una mezcla entre el inglés y el alemán (realmente así nos lo confirmó una amable señora que conocimos en los días posteriores en Brujas). La plaza principal de Amberes era preciosa. Es difícil describirla con palabras, para ello añadimos imágenes en nuestras explicaciones.
Tenía un gran y bello ayuntamiento, como en todas las localidades que visitamos, pero en concreto esta ciudad cambió totalmente de apariencia en tan sólo dos calles. La magia envolvió la ciudad convirtiéndola en una pequeña y magnífica villa medieval con sus típicas casitas de dos o tres plantas como mucho, y terminadas en un pico en lo alto de su fachada. Todas juntitas formando una plaza en cuadrado en el que llamaba la atención una espectacular fachada perteneciente, como decía, al edificio más llamativo, el ayuntamiento en el que por cierto, había un escudo del reino de Castilla y Aragón. Recordemos que durante años la región de Flandes perteneció al imperio castellano.

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amberesEn medio de la plaza una preciosa escultura mostraba un monstruo marino siendo vencido por un hombre que literalmente le arrancaba el brazo. No sé muy bien que victoria simbolizaba pero seguro que alguna de las muchas ofensivas que la ciudad recibió antaño por mar. Y es que no había más que comprobar que la ciudad tenía montones de fortalezas por todas partes, muchas de ellas en el mismísimo litoral. Llegamos hasta la costa y como decía nos encontramos una fortaleza que fue de las construcciones más bonitas que nos encontramos en los cinco días de viaje por Bélgica: el castillo de Het Steen.

 

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El paseo de vuelta entre recónditos lugares y pequeñas callejuelas nos demostró que era una ciudad llena de conventos, iglesias… construcciones religiosas en resumen. Una ciudad medieval en toda regla pero con esas casitas típicas del norte que como explicaba anteriormente adornaban y llenaban de color y dulzura la ciudad. No obstante, aunque bonito, no recomendaría hacer noche en la ciudad de Amberes y es que a pesar de ser una de las ciudades más grandes de la región de Flandes su interés cultural y turístico se remite al pequeño casco antiguo y alrededores que tiene la ciudad, que no te llevará más de dos o tres horas ver y contemplar tranquilamente.

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Volviendo camino de la estación a media tarde comprobamos como desde la calle principal de Amberes (Meirbrug), esa llena de tiendas entre las que se podían encontrar desde Zara hasta Bershka, Mango, Springfield y demás, la estación comenzaba a resaltar con gran fuerza en el horizonte gracias a sus cúpulas doradas. Ese era nuestro destino por hoy, la estación donde tomaríamos de nuevo un tren que salía con gran asiduidad, por lo que comprobamos, hasta la capital belga. No tardamos más de 45 minutos en llegar a la Estación Central de Bruselas.

Cambiábamos tan sólo de ciudad pero a la llegada pareció que regresábamos de nuevo a la vida real recién salidos de un pequeño cuento en el que habíamos sido protagonistas.

En resumen, gran día en la ciudad de Amberes, de la cual no nos habían hablado excesivamente bien y de la que nos llevamos un grandísimo recuerdo.

Día completo gracias a la también inolvidable visita al campo de concentración de Breendonk. Dos visitas tan diferentes como interesantes. Pero el viaje realmente no había hecho más que comenzar…

Un comentario en “Amberes: capital oriental de Flandes

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